Dedicado a mis amigos y amigas del preescolar Alberto Durero. A mi hijo Vril e hijas Atenea y Torna. A mi amigo Danielito que siempre me da ánimo
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Aquí en la cárcel de Texcoco cada vez somos más. Primero éramos observadores de ovnis, luego fuimos cazadores de estrellas, pasamos a ser cazadores de pulsares y quásar, y ahora que he reflexionado un poco, lo sé, somos cazadores de palabras… y a la vez, somos presas de las palabras.
Fue en mi primer invierno de prisión en 2014, cuando Chucho, compañero de dormitorio, me sorprendió con una afirmación: aquí se ven ovnis en la noche. Lo creí una broma o una de las distintas ideas locas que el tenia, pero pronto me di cuenta que era cierto.
En esos días en que cambia el horario y anochece más temprano, tenemos la posibilidad de ver el cielo obscuro y las pocas estrellas que las lámparas y reflectores del penal permiten atisbar. Antes de que nos encierren los custodios en nuestras celdas para no dejarnos salir sino hasta el siguiente día, nos instalamos en nuestro puesto de observación en la pequeña cancha o patio del dormitorio uno. Ahí nos estacionamos, en un punto donde las luces artificiales no nos impidan la vista al firmamento, o nos ponemos a caminar de un lado a otro. Algunos estamos atentos mirando el cielo mientras otros platican, se ríen, gritan, cantan, bailan, fuman, pelean, se sientan callados, se tiran la piso, escupen, tosen, escuchan música, hablan por teléfono, hacen cola para esperar turno, en fin, todo lo que se puede hacer en un sitio en el que no hay nada que hacer; solo esperar el encerrón. Y de pronto aparecen. Son estrellas que se mueven ¡No son aviones!. Los aviones que llegan o salen del aeropuerto de la Cuidad de México se identifican claramente porque vuelan bajo, porque tienen trayectorias muy visibles, porque llevan luces blancas y de color rojo y azul, porque sus luces parpadean, y porque incluso a algunos se les ven las ventanas y otros dejan su estela de humo contaminante. Obviamente se pueden distinguir con mas claridad cuando no hay nubes o niebla. Las estrellas que se mueven son muy diferentes: viajan altísimas hemos llegado a encontrar hasta once en un periodo de cuarenta minutos de observación. Algunas aparecen repentinamente caminando a baja velocidad y de pronto se apagan. Otras aparecen cuando una luz intensa se distingue entre las demás estrellas y se va corriendo en trayectorias largas y cortas desvaneciéndose gradualmente. Son un misterio prodigioso que para algunos de nosotros tienen mucha importancia.