Vigésima y Última Parte: El Común y la No Propiedad

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Abre bien los ojos, hijo, y sigue al pájaro Pujuy. Él no se equivoca.
Su destino es como el nuestro: caminar para que otros no se pierdan
”.
Canek.  Ermilo Abreu Gómez

  En alguna ocasión pasada, hará ya algunos años, los pueblos zapatistas se explicaban la lucha de “como mujeres que somos” señalando, no una cuestión de mera voluntad, disposición o estudio, sino la base material que hizo posible ese cambio: la independencia económica de las mujeres zapatistas.  Y no se referían a tener empleo y salario o a la limosna en monedas con que los gobiernos de todo el espectro político compran votos y adhesiones.  Señalaban al trabajo colectivo como la tierra fértil para ese cambio.  Es decir, el trabajo organizado que no tenía como destino el bienestar individual, sino el del grupo.  No se trataba sólo de juntarse para las artesanías, el comercio, la cría del ganado, o la siembra y la cosecha de maíz, café, hortalizas.  También, y, tal vez, sobre todo, a los espacios propios de ellas, sin varones.  Imaginen lo que en esos tiempos y lugares hablaban y hablan entre ellas: sus dolores, sus rabias, sus ideas, sus propuestas, sus sueños.

  No abundaré más sobre ello -las compañeras tienen su propia voz, historia y destino-.  Sólo lo menciono porque queda por conocer cuál es la base material sobre la que se construirá la nueva etapa que han decidido las comunidades zapatistas.  La nueva iniciativa, como la catalogarían los de fuera.

  Tengo el orgullo de señalar que, no sólo la propuesta íntegra fue producto, desde su concepción, del colectivo de dirección organizativa zapatista -toda ella de sangre indígena de raíz maya-.  También que mi labor se limitó a proporcionar información que mis jefas y jefes “cruzaron” con la suya, y, después, a buscar y argumentar objeciones y probables y futuros fracasos (la mentada “hipótesis” a la que hice referencia en un texto anterior).  Al final, cuando terminó su deliberación y concretaron la idea central, para someterla a la consulta con todos los pueblos, a mí me sorprendió tanto como tal vez a ustedes ahora que la van a conocer.

  En este otro fragmento de la entrevista al Subcomandante Insurgente Moisés, él nos explica cómo fue que llegaron a esta idea de “el común”.  Tal vez alguien de ustedes pueda valorar el sentido profundamente rebelde y subversivo de esto en lo que, para no variar, nos jugamos la existencia.

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Dieciochoava Parte: La Rabia

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Dieciochoava Parte: La Rabia.

  ¿Se hereda?  ¿Se adquiere? ¿Se cultiva?  ¿Se pierde?  ¿Se transforma?  ¿Se contagia?  ¿Por cuáles canales se trasmite?  ¿Cómo se hace colectiva?  ¿Es creativa?

  ¿En qué momento se convierte en digna?  ¿Cuándo empieza a distanciarse del rencor y la venganza?  ¿Se acerca a la justicia?

  ¿Cómo es que se convierte en raíz histórica de pueblos enteros, diferentes en geografía, lengua, cultura, historia, tiempo?

  ¿Es la rabia el puente entre el dolor y la rebeldía?

  ¿En qué momento la angustia, la desesperación, la impotencia se convierten en rabia?

  ¿Y si los desaparecidos, las desaparecidas, le heredan, a la inversa, la rabia a quienes les buscan?  ¿Y si paren a sus progenitoras?

  ¿Y si las buscadoras no buscan consuelo, lástima, simpatía, la limosna del oído ajeno?  ¿Y si también buscan nuestra rabia?

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Diecisieteava parte: Nunca Más…

Diecisieteava parte: Nunca Más…
Tercios Compas y El Capitán.

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  La memoria no es sólo el alimento de la digna rabia, es también raíz del árbol de la dignidad y la rebeldía.  En el caso de los pueblos originarios, es una raíz que se hunde en siglos de oscuridad, y que, con los pueblos del mundo, dice y se dice: “nunca más”.

  Los de arriba miran el pasado con la misma nostalgia con la que el humano maduro ve las fotos de su nacimiento e infancia.

  Los de abajo se asoman al pasado con rabia.  Como si cada humillación, cada herida, cada afrenta, cada burla, cada muerte fueran parte de una llaga presente que hay que sanar.

  Los de arriba así eligen a sus héroes, y parten y reparten la historia donde ellos son la culminación del todo.  Disfrazan como “justicia” lo que no son más que limosnas.

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