La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…?
(Romance Sonámbulo.
Federico García Lorca)
Sí, el viento y la montaña parecen conocerse desde hace tiempo. Podría decirles la fecha exacta, pero no viene al caso… o cosa, según. Puede que no se entienda esa firme pero aparente resignación o resistencia: la montaña en soportar uno y otro zarpazo; el viento en su aparente replegarse, darse por vencido para regresar luego. Siempre lo mismo, siempre diferente.
Pero no son estos atropellados requiebros los que le preocupan a la montaña. Ha visto peores, si es que le preguntan. No, las que le ocupan son las tormentas que llegan con trascabos, máquinas excavadoras, buscadores de minerales, empresas turísticas, fábricas, centros comerciales, trenes, gobiernos que simulan ser lo que no son, destrucción, muerte. En suma: el sistema.
Así que no sería de extrañar que lleguen a un acuerdo, montaña y viento. Después de todo, comparten la misma madre: Ixmucané, la más sabedora.
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