Un trauma ambiental El caso de la Unidad Habitacional “El Encino”

Más allá de la Urbanización

La urbanización es un proceso de concentración de la población en dos niveles: 1, la multiplicación de los puntos de concentración y 2, el aumento en la dimensión de cada una de las concentraciones, la agregación y la expansión. Es una forma espacial del asentamiento de la población que se ha asociado a lo largo de la historia en todo el mundo, al crecimiento industrial (Castells, 2001) y al mercado de la tierra (Azuela & Duhau, 1993).

Para los ecosistemas, la urbanización implica una invasión-sucesión. El ser humano es una especie que se introduce y se multiplica sin control por depredadores; que está inmune cada vez más a la selección natural y que es capaz de manipular su proceso evolutivo (Soberón, 1995).Utiliza para la satisfacción de sus necesidades el suelo, el aire y el agua, modificando toda condición de equilibrio entre las cuatro funciones sistémicas fundamentales: explotación, conservación, destrucción generativa y reorganización, porque concibe al entorno y a sus elementos componentes como capital natural que está hecho para su explotación infinita (Borrayo, 2002), por ende, la resiliencia ecológica que es función de la diversidad de funciones, se ve disminuida tanto más como es invadido el ecosistema por la sucesión de generaciones y nuevos asentamientos. La explotación de recursos es mucho más grande que la regeneración, mientras que la producción de desechos sobrepasa la capacidad de absorción, claras manifestaciones de la entropizante dinámica de la urbanización (Leff, 2007), que se arraiga más que la industria o que la agricultura, porque las ciudades nacen para quedarse y para expandirse.

Dentro de los asentamientos, en los sistemas urbanos operan procesos además de segregación, derivados de las características económicas de la población, de sus actividades productivas y en general de su cultura (Castells, 2001). El Encino ha vivido este hecho con claridad pues mientras los habitantes de mayor solvencia independizan sus servicios y consolidan sus viviendas, los más pobres dependen estrictamente de la infraestructura común y su vivienda no sólo no crece, sino que se deteriora por falta de mantenimiento. En el Municipio de Chicoloapan es evidente la segregación. El suelo con más desventajas para la gente suele ser el más barato, el que está más alejado de las vías de comunicación, en los cerros y lomeríos abruptos, el que es vendido una y otra vez, el que está sujeto a desalojos por carecer de permisos para fraccionar y obviamente el que carece de servicios. Ahí se ubican los pobres, quienes deben edificar su casa con sus limitados recursos, sin planeación, sin materiales duraderos y sin infraestructura urbana básica. Son los asentamientos siempre ignorados por los gobiernos pero que se convierten en jugosas fuentes de votantes durante los periodos electorales.

El uso del poder político y económico determinan los tipos de poblamiento y con ello el grado con que se explotan los recursos naturales y el ecosistema. En El Encino fue la organización social que gestionó recursos financieros, asesoría profesional, servicios básicos, y ahorró durante varios años. Tuvo contra sí a las autoridades municipales, a las autoridades estatales y a algunos grupos caciquiles de la cabecera municipal. Aunque el suelo era de propiedad privada y no tenía un propósito lucrativo, los requisitos oficiales para construir el condominio horizontal eran más tortuosos que para las empresas inmobiliarias. A la organización le costó seis años de trámites y gestiones, a las inmobiliarias que construyeron la nueva ciudad al Oriente de El Encino sólo un año. En 1998 compraron la tierra agrícola de las ex haciendas Costitlán y Tlalmimilolpan, el mismo año consiguen que la legislatura local decrete el cambio de uso de suelo y un nuevo plan de de desarrollo urbano para el municipio y, en 2000, empiezan la edificación de las casas contra la propia ley de asentamientos humanos del Estado de México, que prohíbe fraccionamientos sin antes establecer vialidades y servicios hidrosanitarios y que condiciona todo proyecto a la demostración de que no habrá impactos ambientales significativos. Se iniciaron las obras con el beneplácito del Ayuntamiento de Chicoloapan que se dedicó a cerrar los ojos frente al ecocidio y a la burla de las leyes a cambio de unos millones de pesos, vehículos y casas para los funcionarios.

En el mismo municipio, como la otra cara de la moneda, más de quince mil personas viven en las colonias de San Isidro, al extremo Sur Poniente, en una ciudad perdida que no se ha regularizado desde hace 16 años porque no tiene uso de suelo habitacional y aunque la población con sus organizaciones y grupos han pugnado por esta demanda sólo han recibido promesas y continuas amenazas de desalojo. Viven en la miseria con toda clase de carencias, recordados sólo en épocas electorales.

El comportamiento de las personas en cualquier sistema social es por demás complejo, no puede interpretarse con relaciones lineales de causa-efecto ni con suposiciones mecanicistas. Entre la naturaleza de la especie humana, su sistema de relaciones con el medio y la cultura, es que se realizan sus actos destructivos o constructivos. Pueden documentarse los efectos que en materia económica tiene la urbanización, o en materia demográfica, educativa, religiosa o hasta en materia de pobreza, pero explicar porqué y como odia un colono a su vecino o porqué cambia su sentido de fraternidad por la indiferencia y el encono, es para interpretar a una persona tanto más que difícil y aventurado, más aún para explicar los porqué de esos y muchos más acontecimientos en una comunidad, como ocurre en El Encino, hechos dolorosos que limitan una transformación a favor de sí mismos.

Para estudiar la conciencia no puede ser el individuo la unidad de estudio. Los sistemas psíquicos tienen su propia infinitud interna, ninguno es observable en su totalidad por eso más difícilmente observables que los sistemas sociales (Luhmann, 1991). Son puertas abiertas al estudio más que a la conclusión, y por ello este aspecto ha de quedar abierto a la duda que funde a la naturaleza del humano con su cultura, ¿cómo los sistemas psíquicos pueden organizar la corriente de la vida consciente en una comunidad que se degrada ambientalmente en lugar de nutrirse?

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