Reclusorio Molino de las Flores
Texcoco, Estado de México a 19 de Febrero de 2016.
AUDIENCIA NO. 45
MI EDAD ES DE MEDIO SIGLO
HERMANOS, HERMANAS
COMPAÑERAS Y COMPAÑERAS
Estoy escribiendo estas líneas porque no tuvimos clase, para variar.
Las vacaciones que apenas terminaron y que se prolongaron por más de tres meses en nuestro eficiente núcleo escolar penitenciario, continúan aferradamente matizando mi readaptación social, tan ansiada por el juez, los magistrados y el procurador.
Estoy cumpliendo cincuenta años de edad y créanme, si alguien acaso lee esta interrupción de la calma post papal, no se siente nada. Pesan más veintiún meses de cárcel que medio siglo de multiplicación celular en los tejidos del cuerpo. Duele más el domingo de horas mudas; el encierro de las siete de la noche diaria, perenne, asfixiante; la lista del custodio en su compas homicida de cinco tiempos; los amaneceres en la oscuridad vana de la celda, que la biografía pentagenaria.
Estoy escribiendo frente a dos plantas fieles, verdes y limpias: una, condenada a permanecer, a desafiar su edad, como yo, se llama siempreviva; otra, un plantillo, de flores rosas y hojas suculentas, abrazadoras, extendidas como beso incondicional. Pasan mis amigos que van a procesados, a Casa Blanca (dormitorio 5). A sentenciados, levantan su mano o me avientan una sonrisa o un qué pasó profe. Curioso, les confieso, también me saludan cuando estamos en cuclillas defecando y desde la casi imperturbable desnudez correspondo la deferencia para el profe Neri, que así es como se me identifica en esta disímbola comunidad.
Desnudez en mis cincuenta.
Ni perversión, ni irreverencia, ni grosería. Les platico.