Amecameca, Estado de México, 29 de noviembre de 2020. “Cuánta razón tenía mi padre de enseñarme a que el agua no se desperdiciara, que tenemos que aprender a cuidar el agua de la lluvia”, asegura Felipe Lara con una mirada de añoranza que más bien refleja el orgullo de compartir la sabiduría de su padre y de su comunidad San Diego Huehuecalco, en Amecameca.
El agricultor comenta que le ha sorprendido gratamente que ese conocimiento sobre el agua se haya convertido en una acción del Gobierno estatal, llevada a cabo por la Comisión del Agua del Estado de México (CAEM).
Se trata de la implementación de prácticas para el control de la erosión hídrica y recarga de acuíferos en los municipios de Amecameca y Tlalmanalco, las cuales son realizadas por mujeres y hombres, agricultores de la zona, capacitados, coordinados y supervisados por ingenieros de la CAEM y de la Universidad Autónoma de Chapingo.
“Damos gracias a los ingenieros que nos dieron este tipo de trabajo, porque ahorita también con la situación que estamos viviendo, con la enfermedad del COVID-19, qué bueno que nos dieron este apoyo”, comenta Caritino Palacios, quien labora en la construcción de presas que ayudan a evitar deslaves.
Este tipo de estrategias con visión a largo plazo para cuidar y mejorar el patrimonio hídrico de los mexiquenses, son prioridades de la CAEM que buscan aportar alternativas de solución para el tema de la disponibilidad de agua en el Estado de México, con acciones de intervención en uno de los orígenes del problema, el cuidado del medio ambiente.
Por ello, desde julio de este año, la Dirección General de Coordinación con Organismos Operadores de la CAEM, implementó el “Proyecto de Conservación de Suelo y Agua”, con el que plantaron más de 22 mil árboles de las especies oyamel, cedro y pino, en Amecameca y Tlalmanalco, lo que marcó el inicio del impulso a la recuperación de los recursos hídricos y el bosque de la región.
En esta zona ubicada en la Sierra Nevada, una cadena montañosa dominada por los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, siempre han convivido en armonía los pinos, encinos y cipreses, con sembradíos ancestrales como el maíz, que dan sustento a sus habitantes.
Situada en la Cuenca del Valle de México, por esta área transitan los escurrimientos de los volcanes, cuyas aguas benefician a una de las regiones más pobladas del planeta, el Valle de México, donde la disponibilidad del líquido es uno de los temas urbanos más apremiantes.
La población tiene conciencia del privilegio de vivir en esta zona, pero también saben la responsabilidad que tienen de cuidar sus bosques y ríos: conocen por experiencia que la erosión de la tierra provoca deslaves y no permite la recarga de los mantos acuíferos.
“Eran muy bonitos los ríos y limpios, ahora ya no porque están muy sucios. Sí deben cuidar el agua porque ya es muy poca, esa agüita que están tirando nos sirve para unos días”, comenta Reina Rivera, ama de casa que se ocupa de coser geocostales.
Los geocostales son llenados por los vecinos de Reina con la propia tierra del bosque, en los lugares donde el agua esculpe barrancas que luego provocan derrumbes y erosión, con la guía de los ingenieros, estos costales son apilados de tal forma que van formando presas.
“Al poner una serie de pequeñas obras hidráulicas como es una presa de geocostales, evitamos que el agua se siga escurriendo, propiciamos la infiltración y como es tierra fértil, al acumularla en esta parte, propicia que se genere la vegetación nativa”, explica el ingeniero de la Universidad de Chapingo, Gabriel de Jesús Díaz.
Además de las presas de geocostales, la CAEM construye presas de llantas, de gaviones y de mampostería, así como zanjas trinchera, con las que establece prácticas de manejo y conservación de los recursos del agua, suelo y vegetación que permitan mitigar la problemática de escasez de agua con la recarga de los acuíferos.
En Chicoloapan, se realizaban este tipo de prácticas, sin embargo, desde hace tiempo las presas en las barrancas carecen de mantenimiento, por ejemplo, en la barranca del Diablo.