Reclusorio Molino de las Flores
Texcoco, Edo. De México a 18 de Enero 2016
Hermanos Y Hermanas
Compañeros y Compañeras.
Confirmado, murió don Gelasio Cuis Tapia el jueves pasado llevándose su importancia y sus secretos a paso lento y tambaleante, con la resignación y la mesura sobre calculada de quien, en su soliloquio permanente, sabe que el fin es ineludible. Me hablo de su trabajo en las carreteras, cuando fue obrero de una constructora; del delito que le imputaban, penoso, vil; de la pobreza en que se debate su familia que no puede gastar lo que no tiene para venir a visitarlo; de lo repulsivo que le parece la comida, la dieta; de los malos tratos en la vigilancia y el servicio médico.
Vino a morir, como sentencia no firmada por esta prisión inoperante para un enfermo que le estalla el cuerpo de hinchazones, pero que a su vez adelgaza hasta exhibir los huesos. ¿Cuál castigo pagaba vomitando a toda hora, asaltado por el sueño profundo? ¿Cuál condena, que lo trajo hasta el escarnio y el chascarrillo negro de las celdas y los custodios? ¿Dónde quedaron sus días importantes? ¿Quién los guarda ahora?
Foto. Archivo
Pero tuvimos visita y el penal se vistió de gala el viernes. Lo supimos hasta que termino el evento y se retiraban los esperados personajes para quienes se repintaron paredes, se trapearon cinco veces los pisos, se limpiaron los barrotes y se nos impuso la genuflexión propia de los recorridos de la autoridad: todos mirando a la pared, ¡de pié Neri!, me dijo el custodio Meraz, para que nadie vea las caras de los que nos miran las espaldas de muchachos bien portados con el lujo decorativo de nuestras cobijas y que no se vean bolsas, botes o garrafones porque afean e paisaje, lo hacen ver como mazmorra de hacinamiento. La visita no entro al flamante dormitorio. Los directivos de las cárceles mexiquenses, seguramente cansados de ver la pastorela, se retiraron a sus otras ocupaciones. Creímos que sería una más de las innumerables visitas de supervisión para la certificación. Por cierto ¿alguien de nuestros lectores podrá decirnos para qué el gobierno certifica los penales, qué implicaciones tiene ello para los internos, sus familias, su readaptación? Aquí se percibe un interés desmedido por hacernos todos expertos en apariencias como requisito protocolario de alguna ajena y lejana política carcelaria. Parte de la promesa de buena imagen es no hacer mucho bulto y una vez más me la aplicaron. Alguien me puso el dedo y el jueves después de locutorio me llegó un cacheo particular, los custodios Meraz y Olmedo con sus espadas desenvainadas llegaron a revisar mis cosas, se llevaron medicinas, recetadas por una médica de la prisión y abastecidas por mis compañeras porque aquí no hay, y me quedo con mi dolor de huesos y problemas estomacales. Se llevaron mi jarra, un bote para el agua, la bolsa donde guardaba el expediente. Me tuvieron consideración y no se llevaron ni libros ni cuadernos pero me advirtieron que eso lo tenía que coordinar el área educativa, área que nos es inaccesible. Ya que el sábado pasé al área médica, si me regresaron las pastillas contra el dolor, albricias.
Pero cuando hay visitas, supervisión o presencia de Derechos Humanos hay, como ahora, la bendición al rancho, a la comida que nos dan. El viernes nos adelantaron la comida, hubo guisado con carne de res y fue abundante, incluso con buen sabor, En la cena, que por primera vez en mis veinte meses, dieron arroz con leche, y lo más maravilloso tenía azúcar. Pero no alcancé porque me forme al final. Toño me convidó medio vaso. Me hizo daño, tremenda diarrea en la madrugada. Pero ya para el domingo la algarabía se había agotado, en la cena, una paupérrima quesadilla con cinco centímetros cúbicos de queso y té, sin azúcar. Es triste dejar de estar ungidos por las visitas importantes.
Y las restricciones y el control a la alta, sea por consigna de la nueva directora, sea por la certificación de la alquimia. Menos comida del exnterior, menos negocios en el interior, manos atrás caminando sobre la línea amarilla. Los usureros y los consentidos, como “la vaca” están nerviosos y aprovecha el desconcierto para decirles a los corifeos que abrevan atole con su dedo: Por culpa del pinche Neri ya no hay refrigerador para la comida y nadie que la “arme” con él tiene “fianza” con nosotros.
Abrazos, Abrazos, Abrazos
Oscar Hernández Neri