Ayer te pregunte, ¿me conoces?
Claro que me conoces, te lo juré ayer. ¿O acaso no celebraste la Navidad? ¿Cómo la celebraste? De ser parte integrante de una familia católica, ¿la festejaste según mandan los cánones de tu religión, o como religioso con la copa en la diestra no pasas de gesticulador..?
Conóceme: soy el alcohol. Yo acabo con la familia y causo los conflictos, los crímenes y las desgracias que estallan en los hogares. Yo hago nacer raquíticos a los niños, y retardados, e idiotas. A los jóvenes, a los adultos yo, el príncipe del alcohol, hago perder la vergüenza, la dignidad, el honor, la educación, la religión…
El alcoholismo, mis valedores. Inicié ayer aquí mismo una serie de artículos con la siguiente pregunta: de los millones de alcohólicos que registra el país, ¿cuántos con motivo de la fiesta religiosa de Navidad, abandonarían el licor? ¿Cuántos más, con ese mismo motivo navideño, se iniciarían formalmente en la botella? Hice una sugerencia que hoy voy a reiterar:
Una vez ya leídos no desechen estos artículos; es mejor y vale más conservarlos, y que nos sirvan como focos de alerta ante el riesgo de afición, de adicción al licor por parte de algún allegado. Ese riesgo existe hoy más que nunca, porque nada más a propósitos para incrementar el número de los incautos temerarios que le hallan el gusto al alcohol que las pasadas festividades de Navidad y Año Nuevo, con las que aún nos restan para este mes.
Apegados que somos a la tradición, y la tradición, para los mexicanos, tienen un nombre: licor. Aquí, el minucioso panorama de ese proceso lóbrego que abarca el primer alegrón del bisoño, la primera alegría embotellada del que se inicia en el gusto por la botella, al horror del tramo final que recorre el enfermo de alcoholismo. Los primeros doce pasos al abismo los apunté ayer.
Aquí finalizó el décimo-segundo: al llegar a este punto, el bebedor se torna “bravero”, despreciativo. 13.- Remordimientos persistentes. El alcohólico se percata de que su conducta ha cambiado bastante si la compara con el pasado. Es, tal vez, su último examen de conciencia, porque más allá esa conciencia no le servirá de nada.
14.- Período de abstinencia total. Reacciona diciendo que va a demostrar que tiene fuerza de voluntad, pero tarde o temprano vuelve a beber. 15.- Modifica sus hábitos de beber. Al intentar dejar la bebida cambia de marca, o cerveza y vinos en lugar de licor. 16.- Alejamiento de las amistades. Su esfuerzo por dominar el hábito del licor aumenta su agresividad. 17- Dejar los empleos. Debido a su irresponsabilidad, renuncia o es despedido. 18.- Subordinación completa al alcohol. No imagina nada si no es con alcohol: fiestas, días de campo, futbol, reuniones con amigos, etc. 19.- Apatía hacia otros asuntos que antes le interesaban: practicar deporte, la actividad cultural, el trabajo en casa etc.
20.- Nueva interpretación de sus relaciones interpersonales. Ahora le desagradan las personas que no beben, tiene la percepción, aunque quizá errónea, de que es criticado. Es el síntoma inicial de un posterior divorcio con la comunidad. 21.- Conmiseración de sí mismo. Se siente un ser desgraciado que sufre humillaciones en su trabajo y en su familia, y por eso siente lástima de sí mismo. 22.- Fuga geográfica. Aparece en alguna otra ciudad o lugar cualquiera a donde se haya ido a seguir bebiendo. 23.- Cambio de costumbres familiares. Ates se llevaba bien con la familia, ahora, por su mal humor, provoca pleitos constantes con la familia En los niños, en lugar de respeto, provoca miedo o desprecio al alcohólico.
24- Resentimientos irrazonables. La autoconmiseración ha avanzado hasta convertirse en resentimiento contra quienes lo rodean 25.- Abastecimiento de alcohol. El enfermo se afana en que no le falte su dosis, para lo cual guarda provisiones de licor en sitios menos imaginables. 26.-Descuido de su alimentación. Pérdida del apetito. El enfermo como poco y mal. 27.- Primera hospitalización. Por el constante consumo de licor, el enfermo puede llegar a requerir los auxilios del médico.
28.- Mengua creciente y, en casos por demás frecuentes, pérdida total de todo impulso sexual. 29.- Celos del alcohólico. La constante desavenencia en el hogar predispone al enfermo a creer que su pareja le está siendo infiel, y entonces las escenas de violencia que pueden degenerar en hechos de sangre. 30.- Beber en ayunas. La “cruda” lleva al alcohólico a comenzar el día bebiendo licor. Este síntoma es el preludio de la denominada ‘Fase crónica”. 31.- Períodos prolongados de embriaguez. Beber sin parar 8 o más días.
32.- Un marcado deterioro moral. El bebedor recurre a cualquier medio con tal de obtener dinero para seguir adquiriendo y bebiendo licor. Ya exhibe sin recato su miseria física y moral. (El final, mañana.)fuente: elvaledor.com.mx